‘Vení, prestame tus ojos’

Un hombre jóven mira a la cámara abrazando a su perra Husky siberiano en un entorno rural, rodeado de árboles con un cielo despejado y sillas de color amarillo.
Cuando no está en campo ejerciendo la biología, Juan Sebastián Bernate está en compañía de Lía. Foto suministrada por Juan Sebastián Bernate.

A los 17 años Juan Camilo Orozco descubrió su daltonismo en un paquete de papas:

 «Mi mamá, por cosas de la vida, siempre me ha mandado a comprar algo a la tienda. Una vez me dijo “Mijo, vaya y tráigame un paquetico de papas”, indicándome el color del empaque. Fui a la tienda y cuando volví me reclamó que esas no eran. Yo le respondí “son del color que me estás pidiendo” pero ella me insistió “no, es que estas no son, no son, no son…” y yo “sí, mirá que estas son, sí son, sí son”». 

Felipe Calderón, su compañero en algunas clases de la carrera de biología en la Universidad Javeriana Cali, que también es daltónico lo descubrió sacando el pase para conducir moto. Tenía 16 años. 

 «Estaba haciendo el examen visual para sacar el pase de la moto. Y a vos te muestran como dos monedas grandes llenas de puntitos de colores y tenés que identificar ahí unos números. La chica que me estaba haciendo el examen me preguntó “¿vos qué números ves ahí?” y yo le dije “parce, no veo nada”. Puso otra y “¿qué números ves ahí?” y yo “no, nada”. Me dijo “esparate un momentico”, puso otra y yo veía pues los puntos y le dije “no, no logro identificar ningún número” y entonces ella me preguntó “¿vos sos daltónico?” y yo le dije “pues no sé ¿por qué?”».  

Juan Sebastián Bernate, también caleño y también biólogo en la Universidad Javeriana en Cali, descubrió su daltonismo por cuenta de unas ranas. 

 «Estábamos en una clase y nos pusieron a ver unas ranitas y pues ni Juan Camilo ni yo le atinamos al color. Después de eso, fui al oftalmólogo y al optómetra y me hicieron el test de Ishihara». 

El test de Ishihara, al que también se sometieron Juan Camilo y Felipe, lo ideó el oftalmólogo japonés Shinobu Ishihara, en 1917. Consta de 38 láminas pseudoisocromáticas con imágenes circulares formadas por puntos de diferentes colores y tamaños.  ‘Pseudo’ significa falso e ‘isocromático’ quiere decir ‘del mismo color’. Las láminas pseudoisocromáticas de esta prueba crean una ilusión visual en la que ciertos colores parecen iguales o muy similares para quienes tienen una deficiencia total o parcial al rojo-verde.

El primero en describir esta condición fue John Dalton, el químico y naturalista inglés, reconocido como el creador de la teoría atómica moderna y por estudiar y documentar la afección visual con la que él y su hermano vivieron. En el caso de Dalton el autodescubrimiento de la afección visual ocurrió en 1792 cuando le regaló unas medias a su madre. Él las veía azules pero en realidad eran moradas. Luego, a partir de las diferencias que notó entre su percepción del color de la flor de un geranio y la de sus amigos, confirmó que su visión no era como la de otras personas:

 «La flor era rosa, pero a mí me parecía casi de un azul celeste; a la luz de las velas, sin embargo, experimentaba un asombroso cambio, ya que perdía todo su azul, convirtiéndose en lo que [la gente] llamaba rojo, un color que contrasta notablemente con el azul. Aunque no tenía dudas de que tal cambio de color sería igual a todos, solicité a algunos de mis amigos que observaran el fenómeno; sorprendiéndome que todos estaban de acuerdo que el color no era sustancialmente diferente de lo que era a la luz del día, excepto en el caso de mi hermano quien percibió el mismo cambio de color que yo». 

Daltón sugirió en 1794, en un artículo que tituló “Hechos extraordinarios relacionados con la visión de los colores”, que la diferencia se debía a la coloración azulosa del cuerpo vítreo de sus ojos. También denominado humor vítreo, esta es una sustancia viscosa que mantiene la forma esférica del globo ocular, particularmente su segmento posterior. Al ser transparente, como lo sabemos hoy en día, permite el paso de la luz desde el cristalino, la lente natural del ojo, hasta la retina, donde se forman las imágenes que luego son interpretadas por el cerebro. 

Actualmente tenemos certeza de que las causas del daltonismo son otras. El daltonismo es un tipo de discromatopsia, es decir una anomalía en la percepción visual de los colores. Los seres humanos somos tricrómatas, es decir, que los conos, las células de la retina encargadas de la visión diurna, son sensibles a tres colores: rojo, verde y azul, cuya combinación genera un sinnúmero de tonos derivados. Pero cuando no hay o no funcionan del todo bien los conos sensibles a la luz verde, como en el caso de John Dalton, de Juan Camilo, Felipe y Juan Sebastián, surge un daltonismo que llamamos deuteranopia o deuteranomalía, lo que significa que la visión incluye diferentes tonos de amarillos, marrones, ocres y azules que reemplazan los otros tonos del espectro visible. Cuando se pierde la percepción del rojo, se habla de protanopia o protanomalía y para el azul, tritanopia o tritanomalía, depende de si no hay conos o perciben debilmente.

¿Vemos con los genes?

Además, ahora comprendemos que las verdaderas raíces del daltonismo no están en los ojos, están en los genes. Martalucía Tamayo, docente titular de la Pontificia Universidad Javeriana Bogotá y co-fundadora del Instituto de Genética Humana en esta institución, compara los cromosomas con buses y los genes con los pasajeros que saben bien donde sentarse y trabajan cada uno para producir algo. En el daltonismo, los pasajeros encargados de la visión del color rojo, verde o azul, no están, no trabajan bien o no están sentados donde deben y se transportan siempre en el cromosoma X. 

Esto explica, de paso, por qué los hombres son más susceptibles al daltonismo. Al tener un solo cromosoma X, si heredan por vía materna la mutación genética, inevitablemente se va a manifestar el daltonismo. Mientras tanto, las mujeres, que poseen dos cromosomas X, disponen de un sistema de respaldo: si uno de ellos lleva la mutación, tienen el otro como reemplazo. A este mecanismo se le llama herencia recesiva ligada al X. Y, hay estudios que buscan confirmar si los reemplazos de esos genes en mujeres pueden mutar para convertirse en un cuarto cono sensible al amarillo, lo que les daría la capacidad de ver más colores, siendo tetracrómatas, como algunas especies de peces. 

¿Será un ventaja? 

«Avanzando en la carrera, tuve un profesor de bioquímica que era muy curioso. Cuando empezó las clases preguntó “bueno aquí ¿quién es daltónico? para organizar las diapositivas”. [Luego] nos propuso un experimento en el que proyectaba unos rangos de colores del espectro electromagnético y nos separamos por hombres y mujeres, porque las mujeres son mucho mejores para identificar los matices de los colores. En el espectro, había un punto en el que los últimos tres tonos yo de verdad los veía diferentes y mis compañeros no. Algunos veían el primero y los otros dos los veían igual, como un bloque completo y les dije “ah vea pues, yo puedo hacer esto y ustedes no”», relata Felipe Calderón. 

En la Segunda Guerra Mundial se aceptaba ampliamente la teoría de que las personas con daltonismo detectaban con mayor facilidad el camuflaje. Años más tarde, desde la década de los 90s y hasta la actualidad científicos en diferentes países del mundo han investigado las bases científicas que podrían llegar a refutar o sustentar esta creencia. 

Quienes la rechazan, evidencian que en los resultados de sus experimentos las personas con visión común del color tardan menos tiempo en distinguir figuras camufladas que las personas con daltonismo. Y, en el otro lado de la balanza, quienes defienden esta teoría, argumentan que las personas con una ‘tricomía anómala’ pueden tener una mayor agudeza visual, sensibilidad al contraste y agudeza estereoscópica, que se traduce en la discriminación de distancias entre objetos superpuestos. Esta última consigna respaldaría, en parte, la anécdota de Felipe. 

Es por ello que algunos teóricos como J. Ángel Menéndez Díaz, doctor en química e investigador del Instituto español de Ciencia y Tecnología del Carbono (INCAR) y daltónico, hablan de una ventaja o compensación en términos evolutivos. 

El color en el mundo animal

«Yo me levanto y digo voy a meterme al mar, 7, 8 horas de buceo, va a ser duro, pero voy a hacer lo que me gusta, lo que siendo chiquito dije que quería hacer, pues lo estoy haciendo y es muy enriquecedor para el alma».

A sus 27 años, Felipe Calderón es buzo de rescate y trabaja en proyectos relacionados con la identificación de organismos marinos y terrestres y en el desarrollo de modelos de restauración de arrecifes coralinos en áreas marinas protegidas de Colombia. 

Además, le fascina el Aquascaping o paisajismo acuático, el arte y la técnica de modelar un paisaje en miniatura en un acuario. Su percepción diferente de los tonos entre los rojos y verdes puede representar desafíos en las combinaciones de colores o en el mismo monitoreo de la salud de las plantas acuáticas cuando se tornan un tanto amarillas. 

Basta con sumergirse en el mundo acuático que fascina a Felipe para que se multipliquen las preguntas y misterios sobre la percepción del color en el mundo animal. Por ejemplo, el camarón mantis tiene el sistema visual más complejo del reino animal, con 16 tipos de conos. 

Los pulpos por su parte, tienen la capacidad de transformar el color y la textura de su piel en cuestión de segundos, el cambio más rápido conocido entre los animales. Aunque la comprensión de su estrategia sigue siendo un rompecabezas para la ciencia, hay algunas piezas que dan luces a partir de su complejo sistema visual, de la presencia de más de 40 millones de neuronas distribuidas en las ventosas de sus ocho tentáculos, que palpan y detectan sustancias químicas como lo hacen nuestros sentidos del olfato y gusto. Y otra pieza es la relacionada con los cientos de cromatóforos en su piel, células que contienen los pigmentos que reflejan con exactitud el color de su entorno. Son los reyes del camuflaje.

A diferencia de los mamíferos, los ojos de estos cefalópodos sólo tienen un tipo de célula fotoreceptora, por lo que algunos estudiosos dicen que técnicamente son daltónicos aunque para afirmar esto con precisión son necesarios aún estudios sobre su percepción del color. 

 En 2017 un grupo de investigadores liderados por Innes C. Cuthill, conformado por biólogos evolutivos, ecólogos comportamentales, psicólogos, físicos ópticos, fisiológos visuales, genetistas y antropólogos publicaron un estudio en el que reflexionan sobre cómo el color es empleado para señales sociales entre animales y cómo interviene en las interacciones con parásitos, depredadores y su entorno físico. 

Dentro de las preguntas que planteaban estos científicos, afiliados a instituciones de ocho países, para futuras investigaciones se destacan, por ejemplo, la genética de la coloración, la interacción del color con los patrones, movimientos y olores, su rol en la adaptación como impulsor evolutivo y las percepciones de tal vez cientos de colores que los seres humanos no podemos ver. 

Según el equipo interdisciplinario liderado por Cuthill la comprensión de la producción, percepción y función evolutiva del color en animales contribuye también en pesquisas de áreas relacionadas con la medicina, la seguridad, la indumentaria y el ámbito militar.

Y si vas al bosque… no lleves flaggin verde y ve en compañía

En la caracterización de fauna silvestre de zonas estratégicas y continentales del Valle del Cauca, Juan Sebastián sabe bien qué no debe llevar: un flaggin verde, «pues es como echarme la soga al cuello ¿no? yo en el bosque verde ¿y con flaggin verde?».

El flaggin es una cinta de material PVC de colores fosforescentes que utilizan los investigadores o senderistas como bandera o señal de comunicación visual para demarcar la ruta y el camino de vuelta, amarrándola a árboles cada 10 o 15 metros. Por ello ‘Bernate’ usa colores como el azul, que en su caso lo percibe igual que sus compañeros o el fucsia que a sus ojos se torna más oscuro, como un magenta.

En cambio, hay otros retos cuando, por ejemplo es día de avistamiento de aves y el carácter distintivo de una especie es justamente el color canela, rufo o rojo de la cola, garganta o cabeza. Es allí donde el estudio de otros indicadores como el canto, comportamiento, forma del cuerpo o proporción de los tamaños de las partes del cuerpo resulta vital para identificar el ave, además, del apoyo de sus colegas cuando ocasionalmente surge un ‘vení, prestame tus ojos’.